Se va, se acaba el fatídico año dos mil veinte, se va y nos deja sumidos en la incertidumbre, pero con la viva esperanza de que tal vez año venidero sea mejor. Tendremos que adaptarnos, aceptar la realidad y reinventarnos espiritualmente apoyados en la sensibilidad, la solidaridad, el respeto mutuo y las tantas nuevas condiciones sociales que la pandemia del coronavirus nos ha impuesto. En medio de todo, como reza el adagio popular: "No hay mal que por bien no venga". El coronavirus nos ha mostrado una nueva manera de vivir apoyados en el amor y en la unión familiar, nos ha hecho entender que lo esencial está en el alma y no en la materia, que los verdaderos regalos salen del corazón y que, en cualquier caso, el amor hará la diferencia en estos tiempos oscuros por los cuales estamos atravesando, su luz nos guiará.
HAY UNA LUZ
(Jotabea)
Se acaba el calendario de un año diferente,
un año que ha dejado tristezas en la gente.
Dejó llanto y dolores en su mortal carrera
y sed de vida ardiente cual invisible hoguera;
la humanidad en ascuas padece y desespera
bajo angustia infinita de lapidaria espera.
Se escuchan los lamentos como distantes ecos
de súplicas ya muertas en destrozados flecos.
Mas la esperanza brilla cuando el amor latente
por sobre las tinieblas con su fulgir impera,
y vuelven a dar flores... los árboles ya secos.
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Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: Camino de Luz
(De la Internet)