En los momentos de tormenta, cuando el río de la vida se pone turbulento, yo me aferro a un madero y me dejo arrastrar por la corriente confiando en que aguas abajo habrá un remanso que me permitirá alcanzar la orilla y ponerme a salvo: sé bien lo que está y lo que no está a mi alcance, lo que tenga que ser será, pues creo que todo sucede en el justo momento sin necesidad de salir al encuentro de nada; los designios del Señor son perfectos. Así, serenamente, respetando otros puntos de vista, asumiré sin premura el tramo restante de mi viaje por la vida... reiré cuando se pueda o lloraré si es preciso.
DEVENIRES
(Décimas)
De paso voy por la vida,
de paso voy, simplemente,
como el sol hacia el poniente
que no tiene otra salida.
Soy como barca perdida
en una mar tormentosa
o como la blanca rosa
que florece y se marchita
siendo a la vista bonita,
pero también espinosa.
No sigo ningún camino
ni hago camino al andar,
dejo mi rumbo al azar
como errante peregrino.
Soy dulce copa de vino
o amargo vaso de hiel,
llevo marcas en la piel
de los viejos tiempos idos,
a puertos desconocidos
voy por este mundo cruel.
Entre montes y llanuras
se oye mi canto sincero,
dejo huella en el sendero
de mis locas andaduras.
No me obligan ataduras,
soy errante, lo confieso,
vagabundo libre y preso
de mi propia libertad,
coexisto con mi verdad
y vivo sólo por eso.
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coexisto con mi verdad
y vivo sólo por eso.
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Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: Río Turbulento.
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