Una decisión apresurada,
aunque sea bien intencionada, puede conducir a un resultado totalmente opuesto
al esperado: Tras la muerte de nuestro padre, el negocio familiar quedó en las
manos nuestra madre y luego, al enfermarse ella, uno de los hermanos cogió las
riendas e intentando modernizarlo rompió con una tradición de muchos años.
Así, tristemente y de un momento a otro, el afamado "Club de Billares El Príncipe" pasó a mejor vida.
AYERES
(Pareados)
Del negocio de mi
padre sólo el recuerdo quedó,
otro gallo canta
ahora porque el de antes se murió;
ya no suena la
radiola como hace tiempos lo hiciera,
cuánto diera por
oírla… ¡Ay, Diosito, cuánto diera!
Hoy los billares
no están como antes en el salón
ni la olleta del
café "coscotea" en el fogón;
ya los amigos no
juegan al dominó o al parqués
ni sobre las mesas
veo los tableros de ajedrez.
Las apuestas ya no
son el queso con bocadillo
ni el rosconcito con
leche o el tinto con cigarrillo;
ya no juegan palo negro, platico ni regadera,
ni se le miden
como antes al gallo que les saliera.
Tampoco juagan al
tute, al toruro o la veintiuna,
de tantas cosas de
entonces ya no se mira ninguna;
únicamente se
ven las ruinas de lo que había,
todo se fue de
repente al igual que muere el día.
Porque
lamentablemente la ambición rompió el costal
y, aparentando hacer bien, lo que causaron fue un mal;
tristemente ya no
existe lo que tanto le costó
al hombre que fue
mi padre, el que día y noche bregó.
Quiera Dios,
también la Virgen, que por lo menos subsista
la casa en la cual nacimos los ocho hijos de la lista;
aquella en la que crecimos por el amor cobijados,
la que solitaria sueña con esos tiempos pasados.
la que solitaria sueña con esos tiempos pasados.
Lo digo muy francamente, desde mi punto de vista:
ambición e ingratitud son los más graves pecados.
ambición e ingratitud son los más graves pecados.
Rahulig/013
DRA
Imagen: Rafael Orlando
Del álbum familiar