Fue en una noche clara y serena bajo la fulgurante luna de abril cuando abrí los ojos por primera vez, allá en mi pueblo natal. Nací en la casita de arriba, la primera que tuvieron mis abuelos maternos en el casco urbano, la de de tapia pisada, con tejas de barro y puertas de madera; la que tenía un inmenso solar adornado por dalias, margaritas, azucenas y matas de higuerilla. Allá... donde el agradable olor de los amasijos recién horneados se esparcía por todos los rincones de la casa en medio del trajín de los abuelos, que me mantenía despierto, mientras mi madre me arrullaba en su regazo y mi padre atendía su negocio de billares.
LUNA MÍA
(Jotabé espejo dodecasílabo)
Lunita, lunera... mi encanto febril,
copito de nieve, luciente candil.
Eres tú en el cielo mi fiel compañía
como esbelto faro que sirve de guía;
estás en mis rondas, lamparilla mía,
te veo en las noches, a veces de día.
Inspiras y dictas mis versos de amor,
cuando de luz llena prodigas fulgor.
Lunita, lunera... mi luna gentil,
motivas mis sueños, me das alegría
y vibra la lira, lo mismo el tambor.
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Una noche clara bajo tu esplendor
yo llegué a la vida con algarabía,
en humilde cuna de tules marfil.
Vida concedida por el bienhechor
de todos los mundos y su derredor.
Luces orgullosa fina pedrería
cuando te contemplo tras la celosía,
eres, sin dudarlo, cual dulce ambrosía
que sosiega el alma con su melodía.
Lunita, Lunera... mi luna de abril,
tú hiciste posible mi sueño infantil.
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Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: Luna de abril
(De la Internet)