Entre la ilusión y el amargo desengaño los que hemos sobrevivido a la pandemia estamos viendo como el mundo regresa a la normalidad, pero no para bien, sino para mal. Se está disipando la niebla y nuestros ojos contemplan la triste realidad: todo es como antes, no aprendimos la lección, las tantas promesas de ser mejores personas en procura de un mundo nuevo quedaron en el olvido enredadas en una maraña de absurdas contradicciones que sacan a relucir nuestra naturaleza de seres imperfectos. El amor, la solidaridad, la unión y el respeto que se pregonaban a los cuatro vientos, durante la amenaza, se han ido diluyendo entre la indiferencia renacida tras la ola de confianza promovida por la supuesta normalidad sanitaria.
NORMALIDAD
(Serventesios)
Parece... no aprendimos la lección
y el mundo ha regresado a su lugar;
maldad, egocentrismo y ambición
emergen por su trono a reclamar.
Han vuelto la tristeza y el lamento
del niño que en el fango ha de nacer;
se aleja la bondad que en su momento
dio pan a quien no hallaba de comer.
Ya sale a campear la indiferencia
causante de dolor y muchos males;
se subasta, se empeña la conciencia
en ferias o indecentes bacanales.
Parece... que se ha ido la ilusión
y el mundo no será un mejor lugar;
cual piedra endurecido el corazón
de aquellos que no gustan del amar.
Han vuelto a fracasar en el intento
anhelos y utopías del querer;
no logró subsistir el sentimiento
ni pudo la esperanza florecer.
Ya sale al escenario la inclemencia
de los seres mezquinos e inmorales:
los buitres sembradores de violencia
e inconfesos... pecados capitales.
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Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: Pobreza en Bogotá
(De la Internet)