Un día esta casa tuvo una familia. Una esposa y unos hijos que charlaban conmigo, que se sentaban a la mesa para compartir el pan en medio de risas y alegría, que escuchaban mis canciones y coreaban conmigo al calor de un café o una copita de aguardiente. Una familia que, contra viento y marea, se mantenía unida en las buenas y en las malas. De pronto, sin darnos cuenta, poco a poco un extraño invadió nuestro hogar, con su encanto logró hipnotizarnos; ahora somos sus esclavos y cada quien va por su lado con la cabeza gacha, los ojos fijos en él y la mente obnubilada. Ahora, casi no hablamos, ellos se mantienen ocupados y, para colmo de males, ese teléfono mío... ni suena ni truena: parece muerto.
MI CELULAR
(Jotabem espejo)
Mi celular se ha dañado,
por tres días no ha timbrado.
Lo he mandado a revisar
y no le han podido hallar
daño por ningún lugar,
ni pendientes por pagar.
Revivirlo no he podido,
no emite ningún sonido.
Al no encontrarlo averiado
he aceptado, sin dudar,
que me han echado al olvido.
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Yo lo mantengo encendido
siempre y en todo lugar,
pero él mantiene callado.
Me siento solo y perdido,
el corazón compungido.
Tengo ganas de llorar,
mas me pongo a cavilar
que, para dicha alcanzar:
no hace falta chatear.
Tres días... he descansado,
mi celular ¡no ha sonado!
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Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: El teléfono móvil
De la Internet