Quizás, espiritualmente hablando, uno de los más valiosos tesoros de la vida sea el cúmulo de los momentos disfrutados junto a nuestros hijos en los dichosos años cuando, gracias a Dios, tuvimos la suerte de tenerlos a nuestro lado viéndolos criarse en medio de la amorosa lucha para sacarlos adelante, intentando hacerlos personas de bien. Nos envejecemos, los hijos crecen, cumplen las etapas en la vida y, llegado el momento, emprenden el vuelo en busca de su destino dejando tras de sí una imborrable estela de gratos recuerdos que, al reconfortar el alma, nos ayudan a vivir con la ferviente esperanza de que sean plenamente felices.
DE COLORES
(Lizaraejo decasílabo cruzado)
Hubo un tiempo sereno y dichoso
con destellos de infante alegría,
dulce ayer que se fue presuroso.
En aquellos lejanos paisajes
fue la vida un caudal de colores,
muñequitas, canicas y encajes.
Tiempo claro, gentil, venturoso
que inocente y gallardo corría,
bajo el manto de azul luminoso.
Desfilaron hermosos carruajes
por un valle sembrado de flores,
y en el alma grabaron tatuajes.
Con destellos de infante alegría
fue la vida un caudal de colores,
que inocente y gallardo corría
por un valle sembrado de flores.
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Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: Los hijos en el ayer
(Del álbum familiar)