Asomado al ventanal de los recuerdos, cierro mis cansados ojos y puedo recrear aquel paisaje de mi infancia, aquella inolvidable estampa primaveral que se quedó en mi alma como una hermosa fotografía celosamente guardada en la infantil memoria de un hombre enamorado y eternamente agradecido. Se fue pasando la vida mientras, a lo largo de los años, pasaba el río por las inmediaciones del poblado que me vio nacer, y me hice viejo, pero sigo siendo el mismo loco chiquillo que jugaba en las polvorientas calles de mi natal Paz de Río y, sin lugar a dudas, mi corazón de niño permanece allá: suspirando, suspirando.
ETERNO IDILIO
(Lizaraejo dodecasílabo)
Recuerdo los días de felices horas
en la primavera del ayer lejano,
tardes apacibles, radiantes auroras.
Bajo los ramajes de verdes sauzales
florecía entonces un jardín hermoso,
bañado por agua de claros caudales.
Crecía en el alma la inocencia loca
al igual que ahora de mi pecho ufano,
emanan los besos que la vida evoca.
Tras los tiempos idos y los avatares
brota la esperanza con amor añoso,
y se oyen al aire ignotos cantares.
En la primavera del ayer lejano
florecía entonces un jardín hermoso,
al igual que ahora de mi pecho ufano
brota la esperanza con amor añoso.
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Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: El Río Chicamocha
(Carlos Darío Mejía)