Ahí, como lo hace cada primero de junio a la hora del ocaso, de pie frente a la tumba, cabizbajo, con gesto compungido y susurrando una oración a la espera de un imposible: ahí, constante ahí, sumido en la tristeza. Doce años han pasado, doce largos años desde que murió la mujer de su vida, la más amada en el mundo; pero él sigue yendo cada aniversario al campo santo, llora en silencio y sueña con que ella regresa a su lado para calmar su pena y su quebranto. Pobre de él, inalcanzable es su anhelo y perpetuo su desvelo.
ANTE LA FOSA
(Soneto con estrambote)
No es otra la razón que el extrañarte,
por la cual he venido hasta tu vera;
soñando hallar, tras la doliente espera.
la luz de tu mirar, sin encontrarte.
De la tarde, en el céfiro, apreciarte
pintada en el confín, cuánto quisiera;
y poder contemplar, por vez postrera,
tu rostro, cual un pálido estandarte.
¡Pero no estás! Qué triste desventura,
qué horrible desazón y qué amargura;
soy un vagante espectro por el mundo.
Mis lágrimas, en trémulo sollozo,
son de inmenso pesar, mas no del gozo
de tu frente besar... por un segundo.
En abismo profundo
quedaron para siempre tus despojos,
inertes e invisibles a mis ojos.
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Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: Ante la tumba
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