La última vez que nos vimos con el primo Harold —si no estoy mal— fue hace como tres años. Me saludó muy amablemente, con su desbordante humildad y esa inocente sonrisa que le daba un aire infantil y acentuaba su nobleza de espíritu. «Usted es mi poeta favorito —me dijo, con brillo en los ojos—, tenemos que programar un encuentro para cantar y tertuliar, como en los viejos tiempos», agregó con aires de nostalgia. Quedamos en eso, pero el destino tenía otros planes: Harold partió para siempre, sin previo aviso, sin que lográramos el anhelado reencuentro, sin que tuviéramos tiempo para el último abrazo.
DESIGNIOS
(Décimas)
Aplazamos las visitas,
olvidamos los abrazos
y desatamos los lazos
de las cosas más bonitas.
Esas cosas pequeñitas,
que son dicha compartida,
cual la campiña florida
que engalana los paisajes
y viste, con sus ropajes,
los caminos de la vida.
Pronto llega ese carruaje
que lleva a la eternidad,
y, con suma levedad,
se extingue nuestro bagaje.
Mas, tras el funesto viaje
hacia el postrimer lugar,
será imposible estrechar
al ausente ser querido,
y el abrazo prometido
ya no lo podremos dar.
Sumidas en el olvido
se quedan las intenciones;
por una o por mil razones,
lo que cuenta es lo vivido.
Lástima el tiempo perdido
mientras fingimos vivir,
sin ver que, en el discurrir,
lo dejamos todo atrás,
y no podremos jamás
volver después de partir.
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Derechos Reservados Copyright © 2025
Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: El primo Harold
Archivo familiar
Nota especial: En recuerdo, también, de mi querido tío Marco Tulio Lizarazo Avellaneda, hermano de mi padre, quien falleció el día de ayer, 2 de agosto, en la ciudad de Cúcuta, tras noventa y dos años de existencia. Nos deja como legado una vida ejemplar en todos los aspectos, tanto familiares como sociales. Descansa en Paz, tío Tulio.
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