Una de las grandes ventajas de llegar a viejo es que la vida sosegada nos permite ser mas contemplativos y volvemos a obtener la capacidad de asombro, como cuando éramos niños. A veces me detengo en cualquier recodo del camino a extasiar con el paisaje vespertino, que llena de alegría mis cansados ojos y les devuelve, por un instante, su brillo juvenil; entonces, la carga se hace más liviana y el camino, más reposado. Son esos arreboles que nos pinta el cielo en el ocaso los que, nos recuerdan, que todo llega a su fin, que nada es eterno y que, por lo tanto, debemos aceptar nuestro destino, procurando ser felices.
ABSTRACCIÓN
(Soneto alejandrino)
Ya en el lúgubre ocaso de mi apacible vida,
del horizonte observo los rojos encendidos,
la escuálida silueta de garzas en sus nidos
y la bruma silente, sobre el valle extendida.
En el confín profundo, la eternidad convida
a reposar por siempre bajo campos floridos;
de esperanza se colman mis ojos compungidos,
mientras avanza lenta la tarde adormecida.
La senda pedregosa se torna en terciopelo,
y la noche parece resplandeciente día,
cual venturoso abrigo del clareado cielo.
El lucero fulgente, que me sirve de guía,
es el ángel que otrora calmara mi desvelo.
Repican las campanas... y no hay melancolía.
No hay comentarios :
Publicar un comentario