La cocina era amplia, bastante amplia. Tenía una estufa con mesón de ladrillo y planchas de hierro para hartas vasijas, funcionaba con leña o con carbón mineral y, sobre ella, se calentaban todos los alimentos para la familia. Entre esos cocidos, había una sopa que era mi preferida... la preparaba todos los miércoles la tía Rosalía, nuestra querida y nunca olvidada nona putativa. Aquella sopa era el tradicional "Mute de Cebada Perlada", una joya de la cocina criolla colombiana. Hace algunos días, me vino a la mente esa imagen de la olla de barro que, puesta sobre el fogón, hervía e inundaba la casa con el inconfundible olor a guisantes propios de las deliciosas recetas de antaño, recetas que poco a poco han ido desapareciendo, pero que aún se pueden saborear en alguna casita campesina.
EL MUTE DE CEBADA
(Serventesios)
La olla de barro hervía encima del fogón
La olla de barro hervía encima del fogón
y el olor a guisantes rondaba por la casa;
el humo que salía del rústico buitrón
acompañaba el suave volar de la torcaza.
En tanto, yo jugaba en el solar del frente
al quin con las canicas o al trompo de poner;
mirando de reojo y esperando impaciente
el grito que anunciaba la hora de comer.
La sopa preferida de nona Rosalía:
alverjas, habichuelas y granos de cebada;
choroticos de harina o ruyas le ponía...
además de ahuyama y papa trasquilada.
Los miércoles, sin falta, el día señalado
para comer el plato de tan sabrosas dotes;
era todo un deleite, era manjar soñado,
el Mute de Cebada con ruyas y chorotes.
Quimeras infantiles, recuerdos pasajeros,
olores y sabores de tiempos ancestrales;
anhelos que regresan en años ya postreros,
bocados campesinos, aromas naturales.
Delicias cocinadas al fuego del carbón
o de la leña seca de troncos astillada;
Delicias cocinadas al fuego del carbón
o de la leña seca de troncos astillada;
mi estómago gruñía, saltaba el corazón,
a la espera del plato con Mute de Cebada.
Cuánta tristeza mía, qué añoranza infinita,
ya no se cucharean de ayer esos manjares;
sazones que en secreto guardaba la nonita...
mi alma recordando se colma de pesares.
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Cuánta tristeza mía, qué añoranza infinita,
ya no se cucharean de ayer esos manjares;
sazones que en secreto guardaba la nonita...
mi alma recordando se colma de pesares.
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Derechos Reservados Copyright © 2019
Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: Paisaje campesino
(contextoganadero.com)
(contextoganadero.com)
Inestimable aporte para la preservación de tu acervo cultural y tradiciones, Rafael. Estás cumpliendo con tu tierra, amigo. Te felicito.
ResponderEliminarAbrazo grande.
Oh! Cuánto cariño en estos versos y que bueno que el olfato conserve esos recuerdos imborrables de la niñez y la juventud! Hermoso homenaje. Te felicito. Un abrazo
ResponderEliminarRafael con tu entrada sentí el sabor de la cocina nuestra. Por aquí, el mute era obligado de los lunes. MI papá lo sabía preparar con una devoción, en una olla grande, a fuego de leña en el solar. Lo acompañaba de salpicón, y los lunes los amigos ya sabían de este ritual gastronómico y se acercaban, con alguna botella de aguardiente, o un petaco de cerveza. Mi mamá era estupenda para preparar los choriticos o las ruyas, y el inolvidable sancocho santandereano. Cuánto sabor y nostalgia en tus versos, Rafael.
ResponderEliminarCarlos
Me, alegra Carlos, te haya gustado. Esa gastronomía ancestral hace agua la boca... al recordarla.
EliminarUn abrazo.
Cuando nos llegan estos buenos recuerdos parece que nos vengan con ellos los olores a la vez de estos ricos pucheros cocinados a las viejas cocinas que tanta lata daban a nuestras madres y abuelas pero en cambio que buena comida daban.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que con los años se nos agudiza el olfato, como ocurre con el oído y la música. Quizás no sea una cuestión física sino de recuerdos.
ResponderEliminarBellísima manera de compartir la cultura gastronómica colombiana.
Un abrazo
Entrañable tu recuerdo en el poema homenaje, un abrazo Rafael!
ResponderEliminarLa cocina identifica a creadores como lo fue la tía Rosalía. Me uno a tu comprensible homenaje, Rafael.
ResponderEliminarHasta aquí me ha llegado el aroma de la sopa de la nona Rosalía a través de tus versos.En mi casa los lunes no podía faltar el cocido madrileño que también me encantaba.Saludos
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ResponderEliminarQue cosa mas bonita, trovador. Me haces volar el alma a lugares y tiempos qu están ahí, agazapados esperando a saltar...
Besos para ti, tus personitas, y tus entrañables recuerdos
Nos dejas Rafael, inmersos en esos aromas de la cocina tradicional y que sus sabores se han quedado anclados en el recuerdo, que tiende a revivir esos instantes con la fruición y el placer en tiempo pasado generaron.
ResponderEliminarUn abrazo
Precioso!!.
ResponderEliminarGrandes recuerdos.
Un abrazo.
Que hermoso recuerdo, le has puesto tantas ganas a esta poesía que me pareció oler el aroma de los viejos guisos familiares.
ResponderEliminarmariarosa
Recuerdos que nos llegan al alma verdad?, un abrazo :*
ResponderEliminarQue bonito recuerdo Rafael, y lo cuentas con tal detalle que pude imaginar la escena de los miércoles.
ResponderEliminarUn abrazo!
Que preciosos recuerdos, querido Rafael, enmarcados en tu magnífico poema.
ResponderEliminarMe llevaste a mis épocas en La esmeralda, cerca a Alcalá, finca a la que bordeaba el hermoso río Sestillal.
Fuerte abrazo
Aunque no conozco mucho de los térrminos que empleas, me encanta este poema porque tiene olor a esos guisos que describes y tiene matices de nostalgia y de una feliz niñez.
ResponderEliminarPrecioso
Desconozco muchas de las palabras que utilizas, pero imagino que serán comidas ricas, de las que tienes su aroma y sabor en la memoria del alma... Esos recuerdos de tu infancia, siempre estarán contigo y surgirán en cualquier momento, sin que los llames y es que nuestra alma es muy sabia y sabe cuando necesitamos recargar las pilas de nuestra vida, con pétalos de tiempos ido que nos llenaron de felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo con cariño.