Parado ahí, en el centro de la plaza, aquel hombre más parecía estatua que ser humano. El golpeteo de las gotas al caer sobre el vetusto paraguas y el zumbido de la brisa le servían de acompañamiento a esa vieja canción que entonaba con inusitada energía: "La lluvia... no moja nuestro amor cuando yo estoy feliz, la lluvia... la lluvia no me moja si me miras tú". (Cantaba a todo pulmón con la mirada en alto y en posición de firmes como soldado raso frente a un general). —Dos locos cantan peor que uno —dijo mirándome de reojo cuando me vio parado junto a él—, hágale a ver si logramos que llueva toda la noche pa'que se inunden esas planadas de abajo, allá donde antes del cemento hubo espejos de agua y, así tal vez, la naturaleza se sienta menos triste por la destrucción de los nativos humedales, aquellos lindos pantanos que fueran el hogar de tantas avecillas ya casi extintas por estos humildes lares.
SELVA GRIS
(Soneto)
La mano del hombre cruel y destructiva
oculta lo verde tras el gris cemento,
se cambia la esencia de natura viva
por frías baldosas bajo el firmamento.
La absurda avaricia, plaga corruptiva
tiene a su servicio todo el estamento,
destruye indolente con saña furtiva
la flora y la fauna sin remordimiento.
Ya no se contemplan flores amarillas
que sobresalían entre los juncales,
ahora tememos prados de hormigón.
Se fueron muy lejos lindas avecillas,
esas que anidaban en los humedales:
la garza, la tingua y hasta el copetón.
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tiene a su servicio todo el estamento,
destruye indolente con saña furtiva
la flora y la fauna sin remordimiento.
Ya no se contemplan flores amarillas
que sobresalían entre los juncales,
ahora tememos prados de hormigón.
esas que anidaban en los humedales:
la garza, la tingua y hasta el copetón.
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Derechos Reservados Copyright © 2019
Rafael Humberto Lizarazo G.
Imagen: Plaza de Bolívar, Tunja
(Foto de la Internet)
(Foto de la Internet)
Un estupendo poema-denuncia ante la grave situación de nuestro planeta por culpa de la avaricia de las personas, no se dan cuenta que este desastre ecológico nos perjudica a todos.Saludos cordiales
ResponderEliminarBonito soneto para reflejar una instantánea de esa plaza mojada por la lluvia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay una serie de cambios artificiales que afean la naturaleza y perjudican a la fauna.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un magnífico poema con mensaje reivindicativo ante un problema muy serio.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Ssaludos.
Sobre nuestro planeta, sus recursos, sobre el futuro en definitiva, Rafael, "progresa el deterioro", casi un oxímoron para denunciar al progreso que avasalla nuestros derechos. Afortunadamente tus nobles versos alertan y dan testimonio de eso.
ResponderEliminarAbrazo grande.
Excelente!!!!.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buen poema amigo y tu denuncia muy bien fundamentada,cariños.
ResponderEliminarEres capaz de sacar una poesía de una imagen. Abrazos
ResponderEliminarCuánta inspiración, primero la foto, el relato poético que la acompaña y como corolario la poesía de protesta, tan inspirada y cierta aplicable a todo país donde el cemento suple parques y plazas. Muy buena protesta amigo. Cariños.
ResponderEliminarLindo canto Rafael, a ese indolente afán de la degeneración de los medios naturales, desde los cuales se pierde la vivaz perspectiva que se debiera contemplar y también la vida del ecosistema.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Qué triste!
ResponderEliminarTerrible.
Ojalá pueda detenerse este destrozo
de la Naturaleza.
Besos
Poema, amigo Rafael, que hace palabras una realidad insoslayable como lo es el deterioro de lo natural. En Chile por cientos de años proliferaban las plazas estilo español clásico, llenas de árboles y naturaleza pura. Hoy inauguramos con gran pompa plazas de cemento, con el agregado de que ellas antes eran de las otras.
ResponderEliminarLa jungla de cemento que implacable va ganando terreno. Se echa de menos el canto de los pajarillos.
ResponderEliminarUn abrazo!
Buenísimo poema.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué triste soneto, pero es tan real que quienes hemos vivido en la libertad de la naturaleza nos ahoga. Cuando mis padres emigraron a Madrid, siendo yo una adolescente, pensé que mi padre moriría de pena, recordaba los horizontes abiertos de su vida de campesino extremeño y en silencio le veía llorar.
ResponderEliminarSabía que había tenido que emigar de nuestro pueblo a esta gran ciudad que es Madrid, pero aquí podía dar de comer a su familia y con lo que recogía del campo no. Jo, Rafael, estoy llorando al recordarle, hoy descansa en su tierra como siempre quiso. Pero la jungla de cemento creo que acortó su vida.
Un abrazo con cariño
Nos estamos quedando sin el verde reparador, ante lo que en el poema denominas la selva de hormigón. Siempre es buena una protesta, para recordarnos que no debemos movilizarmos para proteger el derecho a respirar mejor. Un abrazo.
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